Semana #10 | Una nueva Guerra Fría en varias dimensiones
Los tableros que no se ven. La geopolítica y la tecnología definen el futuro.
El mundo es un juego de ajedrez, pero no uno que puedas ganar mirando un solo tablero. Cada movimiento oculta otro, y el verdadero arte está en ver las capas que los demás ignoran.
En 1973, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) apretó el grifo del petróleo y el mundo tembló. Gasolineras vacías, economías tambaleantes. Un puñado de países dictaba el ritmo del planeta. Hoy, Estados Unidos bombea 13.5 millones de barriles diarios (EIA, 2025), más que cualquier otro. Es un exportador neto, un jaque mate silencioso a la OPEP+. Lo que parecía un monopolio eterno se fracturó, no por una guerra, sino por pozos en Texas y Dakota. El poder no es permanente, cambia con quienes entienden el juego.
Mientras tanto, en Medio Oriente, el petróleo ya no es el rey. El uranio y el gas mueven las piezas. Israel y Estados Unidos bombardean las ambiciones nucleares de Irán, no solo por seguridad, sino porque quien controla la energía controla el futuro. Es un eco de 1953, cuando la CIA y el MI6 derrocaron a Mossadegh por el petróleo iraní. La historia no se repite, pero rima.
China inunda el mundo con autos eléctricos y paneles solares baratos subsidiados, mientras Europa y Estados Unidos responden con aranceles. En la década de 1980, Japón conquistó los mercados con Toyota y Sony. Hoy China lo hace con baterías y silicio. La economía no es un mercado, es un campo de batalla donde las armas son subsidios y los soldados son fábricas.
Aunque no lo parezca, los robotaxis de Tesla no son autos, son redes que devoran electricidad. Cada kilovatio que consumen empuja al alza la demanda de gas y uranio, reconfigurando quién manda. En 1910, el carbón era el rey; en 2025, la energía limpia es la reina, pero necesita peones radiactivos para moverse. La innovación no solo crea, destruye lo que se consideraba eterno.
¿Qué ocurre con el dinero? Los gobiernos imprimen billetes para pagar ejércitos y pensiones, mientras la inflación mordisquea los bolsillos de sus ciudadanos. Si tienes acciones, casas o cripto, tu riqueza crece, si no, el mundo te pasará por encima.
Recordemos: Bitcoin nació en 2008 como un grito contra los bancos. Hoy, es la semilla de un nuevo juego: mundos digitales donde las reglas no las escriben reyes ni burócratas, sino código y consenso. Es un juego de Monopoly donde nadie puede apoderarse del tablero. En un mundo que se fragmenta, la soberanía no está en las fronteras, sino en lo que controlas.
El Arca Digital, más que una idea, es una apuesta por un futuro donde el poder no es un regalo de los gobiernos, sino una solución que construyes cada semana. Al igual que en 1848, cuando el oro de California atrajo a los valientes, hoy el oro es digital, y aquellos que tienen coraje lo usan para entender el tablero.
Una verdad: no importa si eres un peón o un rey. El juego no espera. Aprende las capas, elige tu jugada, y muévete antes de que el tablero cambie de nuevo.
El ritual del miércoles
Arrancamos con US$10: US$5 mil en Bitcoin (BTC); US$5 mil en Solana (SOL). Cada miércoles, como un reloj, invertimos US$100 más —50 en BTC, 50 en SOL.
¿Por qué los miércoles? En el calendario romano, ese día pertenece a Mercurio, el mensajero de los dioses, el planeta que danza más rápido alrededor del sol. Velocidad, cercanía, movimiento: eso es lo que buscamos en el Arca Digital. Con un plan simple pero firme, nuestro objetivo es claro: transformar esos US$10 mil en US$100 mil en el mediano plazo
Aquí, una tabla con la que hacemos seguimiento de nuestras compras.
Un abrazo,
Guillermo Valencia A.
Gracias Guillermo!, un saludo.